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María es la primera evangelizadora que entrega al Verbo, al Hijo de Dios a la humanidad, por obediencia filial a Dios y maternal amor a toda la humanidad. Ella con su “Sí, hágase” se hace parte en el misterio de la Encarnación y en el anuncio de la Buena Nueva (Lc 1, 38).
María se convierte en la promesa cumplida en la visitación a su prima Isabel (Lc. 1,39), que va aprisa a servir, a comunicar la Buena Nueva para enseñarnos que la evangelización es urgente haciendo de este el sello de identidad de su propia vida. Es en el encuentro con Simeón que le dice “una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35), en que nos muestra el camino y la responsabilidad que tiene frente a la cruz de su Hijo y confía, a pesar del dolor, en la voluntad del Padre.
María es la evangelizadora que nos lleva y muestra al Hijo. Así como la madre lleva a su pequeño de la mano con amor por el buen camino, de igual manera nos dice en las bodas de Caná “hagan todo lo que él les diga” (Jn 2, 5) porque para ella la evangelización es conocer y confiar en Dios, escuchar y practicar su Palabra; María es el rostro de una Iglesia evangelizadora.
Pidamos a Nuestra Señora de la Evangelización que nos acompañe y haga perseverantes en el testimonio y el anuncio, comunicadores de la Palabra con nuestra propia vida, verdaderos promotores del amor y de la misericordia a imagen suya. (P. Ricardo González Vilchez, Sacerdote Paulino)
Francisca Pizarro, hija del Conquistador, encargó la imagen al escultor Roque Balduque en 1551, para que presidiera el Retablo Mayor de la Catedral de Lima, donde debía ser enterrado su padre.
Ante Ella, en medio de una gran fiesta, fue depositada la primera rosa florecida en la ciudad de Lima por el primer obispo de la diócesis, Fray Jerónimo de Loayza.
Nuestra Señora de la Evangelización presidió la vida de la Iglesia arquidiocesana de Lima y los Concilios Limenses y ante Ella fue entonado el Te Deum con motivo de la Independencia Nacional el 28 de julio de 1821.
En 1985, durante su primera visita al Perú, san Juan Pablo II la coronó solemnemente, consagrándole la Nación y en su segunda visita, en 1988, le otorgó la rosa de oro. Más adelante en 1990, la proclamó Patrona de la Arquidiócesis. Celebramos su Solemnidad el 14 de Mayo.