Leér más
En el Evangelio de hoy la persona que se acerca a Jesús lo hace con confianza: “Si quieres, puedes limpiarme”. Confía en su autoridad y le pone delante lo que hay. Jesús, “sintiendo compasión”, hace lo que puede hacer: le toca. Al que era impuro, le cura ser tocado. Al que era excluido le cura ser aceptado. Jesús trae salud, porque toca, acepta, acoge. Y “quedó limpio”.
¿Qué nos dice todo esto a nosotros hoy? En primer –mirando a Jesús- que no podemos quedar indiferentes ante las situaciones y dolores que sufre el otro. En segundo lugar- que no podemos callar la bondad de Dios.
Aunque Jesús le pide silencio, las cosas grandes que percibe aquel que ha sido amado y curado, desde su debilidad, no puede callarse. Por eso, sin mala voluntad, el personaje del evangelio desobedece a Jesús proclamando a los cuatro vientos la misericordia que Dios ha tenido con él. Y no es para menos. El bien se difunde. El agradecimiento es difusivo. El corazón agraciado no puede callar…